Junto al
primer soplo de vida,
nació a la
vez la soledad, pues
fui creciendo
sola dentro del
vientre materno.
Un día nací y naciste conmigo, soledad,
siento que eres como mi sombra,
mi reflejo, vas conmigo a todas partes.
Respiro,
pienso, camino, analizo,
realizo
acciones, y me acompañas
fielmente,
amiga soledad.
Eres
sumamente silenciosa,
respetuosa,
la siempre presente.
En mi
universo he ido aprendiendo
a
definirte, a vivirte, a sentirte.
Te dejas
pintar del color y de los
matices que
yo te ponga.
Algunas
personas, experiencias o
alguna
grabación en mi mente,
me han
enseñado que tú eres
tristeza,
vacío, tierra árida,
desierto,
oscuridad, desamor,
abandono,
pérdida, llanto
desesperado…
Pero la
vida misma me ha ido enseñando
con
paciencia, delicadeza y amor, que
sentirte y
disfrutarte me produce libertad,
plenitud,
armonía, claridad y gozo.
Las
posibilidades de encontrarme
a lo largo
del día contigo, son infinitas,
solamente
debo silenciar mi mente
para
dejarte florecer, para darte paso
y escuchar
lo mucho que tienes por decir
y al
dejarte florecer, florezco yo, porque
tú y yo
somos una.
En los
pequeños y grandes acontecimientos
de mi vida,
ahí estás querida soledad.
Las puertas
de mi alma están siempre
abiertas
para escucharte decir:
tú puedes,
hazlo, sé valiente, sé fuerte,
avanza,
vuela… o simplemente para
hacer
juntas un gozoso y renovado silencio.
Si de
alguien estoy plenamente segura
que estará
conmigo en el último suspiro
de mi vida,
esa eres tú amiga soledad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario